TEMA #31. UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA.
A comprender que somos ciudadanos del cielo y finalmente seremos revestidos de la alegría, de la paz y del amor de Dios de forma completa. Siempre en nuestra vida debemos tener la mirada del paraíso, es decir del amor de Dios pleno en nuestra vida con la gracia que nos da el Espíritu Santo.
Todos soñamos un mundo mejor en donde existan todos los valores posibles: paz, justicia, respeto, amor, solidaridad, tranquilidad, igualdad. Cada catequizando tratará de imaginar el mundo perfecto que tenemos todos como ideal. Luego completará el siguiente cuadro comparativo.
En la primera columna enumerar y describir los
aspectos negativos que hay en nuestra realidad (por ejemplo, pobreza, guerra,
odio). Al frente de cada cosa negativa, en la segunda columna escribir lo bueno
que queremos todos con relación a ese problema (por ejemplo, en cambio de
guerra, paz…).
Lo malo que hay Lo bueno que soñamos
hoy en día
Odio Amor
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2. ESCUHEMOS AL SEÑOR:
Busca en tu Sagrada Escritura APOCALÍPSIS 21, 1-4. Léelo atentamente y luego responde:
- ¿Qué signos aparecen en este texto?
- ¿Qué cielo y qué tierra habían dejado de existir?
- ¿Qué vio el autor del texto y cómo estaba preparada?
- ¿Qué decía la voz potente?
- ¿Crees en estas promesas de Dios? ¿Por qué?
- ¿Qué dijo el que estaba sentado en el trono?
- ¿De qué son sinónimos las lágrimas y el dolor de este texto?
3. DETENGÁMONOS:
Ante un mundo donde es difícil de vivir con tranquilidad debido a la lucha que existe entre los hombres, ante las dificultades propias de nuestra débil naturaleza que se ve afectada por fenómenos naturales o por la enfermedad, todos añoramos un mundo mejor lleno de paz y amor. Dios que nos ama tanto quiere responder a este anhelo y nos da una promesa llena de esperanza: este mundo es pasajero pero vendrá una realidad mejor donde no habrá tristeza ni angustia ni dolor.
La Sagrada Escritura, en el Apocalipsis, llama “cielos nuevos y tierra nueva” a esta renovación misteriosa que transformará la humanidad y el mundo (ver 2 P 3,13), y estará “al servicio de los justos”.
No sabemos el momento ni como se realizará esta promesa del Señor. Pero si estamos seguros que Él ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia, y donde la felicidad que se nos da, “llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres” (CCE 1048).
He aquí la meta a la cual aspira la Iglesia: es como dice la Biblia la “Jerusalén nueva”, el “Paraíso”. ¡Seremos finalmente revestidos de la alegría, de la paz y del amor de Dios en modo completo, sin más ningún límite, y estaremos cara a cara con Él! ¡Es bello pensar esto! Pensar en el cielo.
Todos nosotros nos encontraremos allí. Todos, todos, allí, todos. Es bello. ¡Da fuerza al alma! (Papa Francisco).
El cielo será esa realidad donde encontraremos a Dios tal y como es, lleno de esplendor. Allí tendremos la felicidad eterna. Esa es la Jerusalén celestial de la que habla el texto del Apocalipsis. Será la morada de Dios con los hombres, el Reino de Dios. El hombre se encontrará con Él, recibirá la salvación plena dada por Jesús y podrá participar de la vida divina.
Dios vivirá entre nosotros y nosotros con Dios y se cumplirá a plenitud la Alianza hecha primero con Israel y luego con toda la humanidad, a través de Jesucristo. Todo allí será alegría, paz y comunión mutua.
Esta promesa del Señor debe animar nuestra vida para que vivamos alegres y felices luchando por transformar este mundo, obrando bien y buscando estar unidos a Dios, seguros que podremos participar de esta eternidad que nos ofrece Dios porque nos ama.
Nuestra esperanza es llegar al cielo y a la
resurrección para la Vida prometida por Cristo para aquellos que le aman y
hagan la voluntad del Padre. Debemos entonces vivir cada día, haciéndonos merecedores
de esa esperanza del cielo, de manera que cuando nos llegue el día más importante
de nuestra vida, el día de nuestro encuentro definitivo con el Señor, podamos
ser contados entre sus elegidos.
Mira este vídeo: Todo se resume en la ESPERANZA
4. OBRAS SON AMORES:
Como buenos cristianos, siempre debemos estar a la espera del Seño, no con temor de miedo sino con reverencia, con prontitud, con diligencia y con nuestro certificado: la fe, la caridad, la esperanza. Por eso:
- ¿Qué crees que debe cambiar tu familia, tu barrio, ciudad, para que todos puedan entrar en el paraíso de Dios?
- ¿Qué harás tú personalmente como preparación para vivir ese Paraíso?
Realiza la siguiente sopa de letras, encuentra la mayor cantidad de palabras existentes y descubre la frase que también allí se encuentra escrita.
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