A aceptar que debo respetar mi cuerpo y el de los demás ya que por el bautismo hemos sido consagrados del Espíritu Santo y por ende todos debemos llevar una vida digna.
- ¿Qué sucede si el hombre se deja llevar por sus instinto?
- ¿Por quién se debe dejar guiar el hombre?
- ¿Cuáles son las obras de la carne?
- ¿Cuáles son las obras del Espíritu?
- ¿Cómo tenemos que actuar para heredar el Reino de Dios?
Para san Pablo un cristiano es aquel que se ha comprometido a seguir a Cristo con toda verdad y por lo tanto camina según el Espíritu de Jesús que es contrario a los deseos desordenados. La persona que sigue sus deseos desordenados no alcanzará la herencia del Reino que Dios nos ha prometido.
Para que nuestra vida sea conforme a Cristo, debemos tener una amistad profunda con Jesús, dejarnos guiar por sus enseñanzas, cuidarnos del egoísmo que busca darse gusto en todo sin mirar las consecuencias y el daño que se puede hacer a otros. Es necesario recordar siempre que, quien de verdad ama a Dios sobre todas las cosas, vive todos los mandamientos.
El que busca los placeres desordenados cae en una serie de acciones contrarias al espíritu, como las que menciona san Pablo. Desandar la pendiente por donde se llegó a esos placeres es un trabajo duro que no se puede hacer solo sino con la gracia y la misericordia de Dios.
Mantener a raya los deseos desordenados en nuestra realidad de hoy es a veces difícil porque nuestra sociedad se rige por criterios contrarios a los del Evangelio.
El dominio de sí es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerará adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida (Ver Tt 2, 1-6). El esfuerzo requerido puede ser más intenso en ciertas épocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia.
En la experiencia al comenzar este encuentro vimos como no solo con nuestro cuerpo podemos realizar actos buenos sino también actos erróneos o malos. San Pablo en la carta a los Gálatas nos explica por qué sucede esto: si nos dejamos llevar de nuestros instintos y nuestras pasiones como consecuencia de la debilidad, hacemos cosas contrarias al Espíritu que van en contra de la dignidad humana y la salud de nuestro cuerpo, tanto el propio como el de los demás. Ya no es nuestro espíritu el que gobierna nuestro actuar sino nuestro cuerpo, la carne, y entonces estos actos ya no son verdaderamente humanos y mucho menos cristianos.
Vivir de acuerdo con la dignidad del ser humano requiere que actuemos según una elección consciente y libre, es decir, movidos personalmente desde dentro de nuestro ser y no bajo la presión de un ciego impulso interior (el instinto) o de una coacción externa (los amigos). El ser humano logra la dignidad de ser humano cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue la realización de su existencia en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados para conseguirla.
Dios nos llama a respetar nuestro cuerpo, que es templo, casa del Espíritu Santo que recibimos en el bautismo. Dios quiere que seamos felices. Esta felicidad se da cuando actuamos como seres espirituales, en armonía con los valores humanos, es decir con nuestra naturaleza, y el querer de Dios, cuando buscamos la perfección.
El sexto mandamiento nos habla del respeto de nuestro
cuerpo por medio de la vivencia de la castidad, de la fidelidad en el
matrimonio. El noveno mandamiento nos pone en guardia contra el desorden y los deseos
pecaminosos, nos pide no desear la mujer del prójimo, y nos invita a vivir el
combate espiritual de las obras del espíritu contra las obras de la carne para
adquirir la pureza del corazón en la que estamos llamados a permanecer para ser
bienaventurados, felices.
- ¿Amo mi cuerpo? ¿En qué me doy cuenta?
- ¿Utilizo mi cuerpo para hacer el bien? ¿Qué acciones realizo?
- ¿Valoro y respeto el cuerpo de los demás? ¿Cómo lo hago?
Dibuja o imprime otra silueta de un cuerpo, y dentro de ella vas a escribir una oración al Señor, en donde le des gracias por ti, por tu cuerpo, por como Dios te ha formado, y por las maravillas que puedes hacer con ese instrumento que el Señor te regaló... Que sea una oración muy espontánea.
Comenta con tu familia cuáles son los talentos, capacidades y facilidades que tienen para ponerlos al servicio entre ustedes mismos. Haz una lista de eso que hablen y que quede compromiso de lo que pueden hacer en bien de la familia.
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