LA SEMANA SANTA
Si se puede hablar a lo largo del Año litúrgico de un
tiempo de gran riqueza litúrgica ese tiempo es sin duda la Semana Santa. Domingo
de Ramos, Oficios del Jueves y Viernes Santos y la Vigilia
Pascual son momentos cumbres del año litúrgico.
La actual Liturgia de la Semana Santa se
inicia a partir de los años 1951 y 1955 siendo papa Pío XII que reforma
primero la Vigila Pascual y posteriormente toda la Semana
Santa. El Concilio Vaticano II, en la Sacrosanctum Concilium la
culmina con la posterior publicación del Misal romano de 1969. Ya quedaron
atrás el uso del Tenebrario para iluminar tenuemente el templo e ir apagando
todas sus velas excepto una en el suprimido Oficio de Tinieblas y en
el cual los fieles tocaban sus carracas, o el enorme desarrollo de los
llamados “monumentos”, arquitecturas efímeras para albergar la reserva del
Santísimo que hoy sigue su costumbre pero de forma más discreta.
Hasta las reformas citadas se consideraba al Sábado
Santo como día de Gloria (sábado de Gloria) ya que la Vigilia pascual
se celebraba por la mañana.
Comienza la Semana Santa con el Domingo de
Ramos en la Pasión del Señor (que ese es su actual nombre aunque
errónea e indebidamente se le siga llamado Domingo de Pasión al anterior al de
Ramos). El Domingo de Ramos, en todas las Misas, es obligatorio hacer
conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén, que puede
realizarse con una procesión, con entrada solemne o con entrada simple, según
las circunstancias de cada momento y lugar.
Las palmas y los ramos, que son signos populares de
victoria, manifiestan que la muerte en la Cruz es signo de victoria.
Los fieles han de tener los ramos en las manos antes de la celebración ya que
la distribución de los ramos ha sido suprimida. Ese día los celebrantes usan el
color rojo que apunta a la muerte del Mártir y a su posterior Victoria uniendo
así la Entrada de Jesús con su muerte y resurrección.
Acabada la procesión se dice inmediatamente la oración
colecta, suprimiéndose pues los ritos iniciales. Asimismo se debe leer la
Pasión, por lo menos en su forma abreviada. Se leerá el relato de la
Pasión según el evangelista del año que toque (Mateo, Marcos o Lucas ya
que el relato de Juan se reserva siempre para el Viernes Santo) y ya desde
antiguo se adoptó la costumbre de actuar tres lectores distintos: el que hace
de Jesús (reservado al celebrante), otro narrador y un tercero que personifica
al resto de los demás interlocutores, costumbre que debe mantenerse cuando sea
posible.
En la mañana del Jueves Santo se celebra por el obispo
la llamada “Misa Crismal” (que en nuestra Diócesis se celebra el jueves de
la semana anterior) en la cual se bendicen los Santos Oleos que se usarán
durante el año. Es una Misa a la cual están especialmente llamados los
sacerdotes, que en la misma renovaran sus promesas sacerdotales.
El Triduo Pascual, que comienza con la
Misa “in coena Domine” (La Cena del Señor) y termina en la
Vigilia Pascual, es el ápice de la Liturgia que estallará en la
celebración del domingo pascual.
El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina del
Jueves Santo en la Cena del Señor (dando por finalizado el período
cuaresmal precedente) tiene como característico el rito del Lavatorio de los
pies tras la Liturgia de la Palabra y la reserva del
Santísimo para la comunión del día siguiente ya que el Viernes Santo no se
celebra la Misa ni se consagra. Al final de la Misa se
omite el rito de despedida y la bendición y se hace el traslado del Santísimo
Sacramento. Se despoja el Altar sin ninguna ceremonia y si es posible se
retiran las cruces de la iglesia o en su defecto se velan.
El Viernes Santo, primer día del Triduo Pascual,
Pascua de Cristo crucificado es un día alitúrgico puesto que es un
día en que la Iglesia no celebra la Eucaristía (al igual
que el Sábado Santo) aunque si se reparte el Cuerpo de Cristo (novedad introducida con la reforma),
se lee la Pasión de Jesús según el evangelio de Juan, a ser posible
dialogada, y se hace la adoración de la Cruz. La oración de los
fieles tiene ese día una especial importancia. El color litúrgico que
corresponde es el rojo.
El Sábado Santo, segundo día del Triduo,
Cristo en el sepulcro, es también un día alitúrgico en el cual no hay
ninguna celebración sacramental prevista.
En la Vigilia Pascual, que comienza con la Liturgia del Lucernario, bendición
del fuego y posterior Pregón pascual prosigue con la Liturgia de la Palabra con nueve lecturas incluyendo
los salmos, en las cuales al acabar las pertenecientes al Antiguo Testamento se
canta el Gloria, se encienden las luces del templo que hasta ese momento ha
permanecido a oscuras y se adorna el Altar con luces y flores para seguir con la
Liturgia bautismal en la que se
pueden bautizar a los catecúmenos y renovar las promesas bautismales. En la
procesión hacia el baptisterio se entonan las letanías de los santos.
Terminada la Liturgia bautismal se continúa con la Liturgia eucarística en la forma
acostumbrada. Las vestiduras son blancas.
Históricamente se comenzó celebrando solamente la
Vigilia Pascual y de ahí se pasa en el S. IV a celebrar el Triduo Pascual,
y como consecuencia, la Semana Santa completa.
Como normas litúrgicas hay que tener en cuenta que
durante el Triduo pascual no se tocan campanas (suena la popular matraca), el
Altar permanece despojado sin Cruz ni mantel desde la terminación de la
Misa en la Cena del Señor del Jueves Santo y sin flores o muy
escasas y el Sagrario permanece abierto y vacío. No suena la música y el coro,
si interviene, lo hace "a capella".
El Viernes Santo y el Sábado según la
oportunidad se guarda el sagrado ayuno de la Pascua que no tiene ya
carácter penitencial. En la Vigila Pascual, por el contrario, todo debe
rezumar alegría: se deben poner flores, alfombras, y a
partir del Gloria suenan las campanas y los instrumentos musicales.
Debe contrastar claramente la austeridad cuaresmal con la alegría de la
Resurrección.
Desde el final de la Misa vespertina del
Jueves Santo hasta la medianoche se considera reserva solemne. El Viernes Santo
se da el culto habitual a la reserva eucarística y tras los Oficios se debe
retirar la reserva de la veneración de los fieles y colocarla en un lugar
privado. También se hace genuflexión a la Cruz desde los Oficios del
Viernes Santo hasta la Vigilia pascual.
Desde estas líneas invitamos a todos los católicos a
participar en los actos litúrgicos de la Semana Santa, cada uno en su
parroquia respectiva, Iglesia Penitencial o en la catedral. Ningún cristiano
debe perder la ocasión de participar en los actos litúrgicos de esos días pues
no hay mejor manera de celebrar el Misterio de nuestra salvación. Y al salir de
los Oficios ¡A ver Cofradías
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